viernes, 3 de abril de 2009

La Lágrima Espesa.



La Lágrima Espesa.

Aroldo, mirando la tumba de su mujer, sintió por primera vez en su vida, que en vías de ser independiente caminó tan lento como lo insinúa su añejo nombre, pero en aquellos tiempos no contó con la sabiduría que sólo otorga la experiencia, ya que su espíritu juvenil e inmaduro, insensato pero poderoso, y fuerte pero indolente primó en sus decisiones la más de las veces. Si bien nació temeroso de la vida y respetuoso del dolor ajeno, desde joven demostró aquella fuerte inquietud de ser alguien tan grande que nadie pudiese competir con él, y para lograr aquello, en vano forjó arduamente a diario una imagen y un carácter que no importaba cuán perfecto fuera porque a juicio de su dañada estima jamás sería lo suficiente buena. Bastaron tres lágrimas para asumir que no siempre fue aquel hombre capaz de hacer cualquier cosa por llegar a la cima, ya que en su niñez se conformaba con muy poco.

Casi se puede llegar a fijar un día y hora en que todo cambió, porque fueron las humillaciones a la que fue constantemente sometido por quien fuera su primer amor, las que gatillaron a cooptar e infiltrarse en las altas esferas de la sociedad, ya que sumergido en las espesas lágrimas que genera un corazón maltratado, se prometió nunca más ser humillado. Habían pasado suficientes años, como para idealizar cualquier hecho, para bien o para mal, sin embargo, él recordaba cada hecho con una extraordinaria lucidez como si hubiese ocurrido ayer.

A menos de un mes viudo, con un hijo con el cual no compartía más que su sangre y su apellido, con una fortuna cuyo origen causaban más preocupaciones que tranquilidad, y rodeado de esa clase de amigos que desaparecen cuando se le niegan favores, se sentía lo suficientemente solo como para volver a ser él, sin ninguna clase de careta. Repleto de sentimientos culpa, sumido en un llanto seco, y con un fuerte dolor en su mandíbula de tanto tratar de no gritar de rabia, dejó una rosa roja en la tumba de su mujer, y a través de un susurro con aires de suspiro le pidió perdón por la vida miserable a la que la condenó. Luego le dio la espalda a la tumba su mujer, de la misma manera en que se la dio, durante 36 años de matrimonio, con la diferencia de que esta vez, si sintió remordimiento, y fue en ese preciso instante cuando comprendió que la base de su vida no se fundó en una venganza, sino que en la infantil esperanza de que si se sabía el mejor, podía volver a reconquistar a su primer amor.

Dedicado a Rodrigo Ignacio Muñoz Lerner.

2 comentarios:

  1. aww te pasaste amigo, eri genial ta muy liendo... toy sin palabras.. me gustó mucho esta narración.. te felicito y nuevamente te doy las gracias ..
    un abrazo
    Aroldo el Tropical (H)
    jaja

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  2. Rodrigo: Que bueno que te haya gustado mi regalo, te mando un abrazo enorme.

    Daniel Alberto Silanes Puentes es amigo de Aroldo el tropical.

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